No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo

domingo, 19 de abril de 2009

RADIOGRAFÍAS DE UN PRESIDENTE ll


Si al boxeo le quedase alguna épica, de entre sus últimos nombres resplandecería el de Lucky Luciano. Aquel campeón rocoso encajaba impávido los golpes, cansaba a sus rivales hasta la exasperación, y cuando se empezaban a confiar con una victoria a los puntos, llegaba un crochet de Lucky Luciano y comenzaba el principio del fin, con su contrincante en la lona. Aunque también hubo otros campeones que salieron directamente al ataque, punteando con el directo de izquierda (Cassius Clay), rompiendo cristales. Los políticos de la vieja escuela tienen un poco de aquellos memorables campeones, encajan los golpes con una sonrisa, cansan a sus rivales y, en cuanto atisban un punto débil en su guardia, le propinan sus golpes más demoledores. En la política democrática, por fortuna, no hay golpes ni sangre ni jueces, hay palabras y urnas. Y todos los estilos son respetables.
Guillermo Fernández Vara, pertenece a una naciente categoría de políticos bastante distinta de la anterior, son los políticos del talante y el osito de peluche, dos armas letales. Produce fatiga ajena ver cómo los directos y ganchos lanzados (Rajoy vs. Zapatero) se pierden en el humo del talante, que se recompone una y otra vez. Pero no acaban ahí las desgracias de los políticos agresivos: por respuesta se encuentran un tono afable, un “yo nunca diría eso de usted”, un tacto suave de osito de peluche. Por arte de magia potagia, el que tendría que dar respuesta a los problemas se convierte en víctima y el que tendría que criticar, proponiendo alternativas, por exceso, se convierte en verdugo. A mayor ferocidad, mayor victimismo.
En las pasadas elecciones generales, en el primer debate electoral televisado, Rajoy estuvo más consistente que Zapatero; sin embargo, la embriaguez del talante predispuso y dispuso que el vencedor a los puntos había sido Zapatero. En la misma dirección y sentido, tod@s hemos visto cómo Guillermo Fernández Vara permanece impertérrito ante las invectivas que le lanza el Partido Popular desde la tribuna de oradores de la Asamblea. Y tod@s hemos visto cómo Guillermo Fernández Vara sale a la calle abrazando y besando al personal, como si fueran de su familia, queriendo y dejándose querer. Así pues, cuando un Solís u otro de sus conmilitones endurece el tono, flota en el ambiente un olor a exceso injustificado, un “pero cómo le habla así a este hombre que es tan bueno”, que diría mi tía Inés.
Aquí y ahora, se acabó la épica pugilística. Ha comenzado el tiempo de la política 2.0, de la versatilidad incorpórea del talante. De los mansos será la tierra.
Simón Gostogarai

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